The Guardian
Por el número de vidas y empleos perdidos, la pandemia de la COVID-19 ha sido más devastadora en EEUU que en ningún otro país. Con las víctimas mortales sobrepasando las 150.000, las estadísticas revelan una historia trágica de personas mayores, personas racializadas o personas con ingresos bajos, especialmente golpeadas. También muestran algunas de las deficiencias en la reacción oficial contra la propagación del virus.
1. Las víctimas
152.074 personas han fallecido por el virus en EEUU, según la Universidad Johns Hopkins.
Hay 4.496.737 casos confirmados de COVID-19 en EEUU.
Según varios estudios, así como en los datos del Departamento de Salud de la ciudad de Nueva York, el número de hombres fallecidos por la COVID-19 es casi el doble que el de mujeres, a pesar de que en la mayoría de los estados el índice de contagios es superior para las mujeres.
Según uno de los primeros análisis que los Centros para el Control y Prevención de Enfermedades publicaron en marzo, el 80% de las muertes, el 53% de los ingresos en cuidados intensivos y el 45% de las hospitalizaciones corresponden a personas de 65 años o mayores.
Más de 300 niños en Estados Unidos y Europa se han visto afectados por un síndrome inflamatorio similar al de Kawasaki que podría estar relacionado con el coronavirus. Varios murieron, resquebrajando esa idea de que los niños corren menos riesgos con el coronavirus.
2. Perfil racial
El número de personas negras muriendo por el virus es casi tres veces superior al de las blancas. Según Amp Research Lab, al menos 20.000 afroamericanos han muerto. En los datos preliminares de la ciudad de Nueva York, el virus es dos veces más mortal para negros y latinos que para blancos. Estados como Missouri registran grandes disparidades, con los negros y latinos representando el 40% de los contagiados, pese a que sólo constituyen el 16% de la población.
A principios de abril los afroamericanos de Chicago (un 30% de la población) representaban el 70% de todos los casos de coronavirus de la ciudad y más de la mitad de las muertes del estado de Illinois. Esta tasa ha disminuido un poco desde entonces, pero los negros de Chicago siguen muriendo por la COVID-19 a un ritmo dos o tres veces superior que el de los blancos.
3. Trabajos y lugares de riesgo
En algunos estados del país, los estudios estiman que hasta la mitad de los fallecimientos se han dado entre los ancianos de residencias y los empleados que trabajan en ellas. En una sola residencia de ancianos de Brooklyn, el centro de salud Cobble Hill, se informó de 55 muertes.
Más de 800 trabajadores sanitarios de primera línea han muerto debido a la COVID-19, según el rastreador del periódico The Guardian y el servicio de noticias sanitarias Kaiser Health News.
Decenas de trabajadores de supermercados han muerto en todo el país. Axios informa de la muerte de 59 miembros del Sindicato de Trabajadores Comerciales y de la Alimentación. Según varios informes, 81 empleados de un Walmart en Massachusetts dieron positivo en las pruebas.
Más de 90 trabajadores de frigoríficos de la industria de la carne han muerto por la COVID-19, y muchos miles más se han contagiado, según el principal sindicato del sector.
En una cárcel de Ohio, el 80% de los reclusos dio positivo en el test de la COVID-19. Por todo EEUU ha habido informes de prisiones con brotes importantes y susceptibles de propagarse fuera de los muros.
4. Pruebas y medidas
Donald Trump prometió el 28 de abril que “muy pronto” EEUU estaría haciendo 5 millones de pruebas de la COVID-19 al día. Según un informe del Centro de Ética Edmond J Safra, en la Universidad de Harvard, se habría tenido que llegar a este nivel de pruebas en junio para comenzar la reapertura de la economía.
Según el grupo de investigación del Instituto de Salud Global de Harvard, el objetivo para mediados de mayo debía haber sido 900.000 pruebas al día.
Lo que ha terminado pasando es que a finales de julio, el número de pruebas diarias sigue por debajo de 800.000, según el control diario que hace el Proyecto de Seguimiento COVID-19.
Nueva York ha formado un “ejército” de 3.000 rastreadores de contacto para ayudar a contener la propagación del virus.
La contribución de EEUU a la Organización Mundial de la Salud era de 450 millones de dólares al año antes de que Trump retirara al país del organismo internacional.
