
La entidad ciudadana asegura que el proyecto constituye una pieza fundamental del Plan Maestro de Manzanillo. Afirma que, si las múltiples ocupaciones presidenciales impiden recordar este detalle crucial, el mandatario puede consultar a Joel Santos, quien fungía como Ministro de la Presidencia en 2022, y a Joel Ramírez, asesor clave del Plan.
Por Frank Valenzuela
Manzanillo, Montecristi. – El Centro Bahía de Manzanillo para el Desarrollo Regional (CEBAMDER) afirmó este martes que el presidente de la República, Luis Abinader, sí conoce todos los detalles del proyecto de desalojo que amenaza al sector Villa Raif. Esta medida, camuflada bajo el eufemismo de «reubicación» a corto plazo en el Plan Maestro de Manzanillo, es de su pleno conocimiento. CEBAMDER asegura que, si las múltiples ocupaciones presidenciales impiden recordar este detalle crucial, el mandatario puede consultar a Joel Santos, quien fungía como Ministro de la Presidencia en 2022, y a Joel Ramírez, asesor clave del Plan.

Frank Valenzuela, presidente de la entidad ciudadana, destacó que la semana pasada el presidente visitó la comunidad de Manzanillo, donde dejó en funcionamiento una sucursal del Banco de Reservas. Fue un gesto loable que escuchara a las organizaciones comunitarias, quienes le abordaron la situación, pero las respuestas del presidente estuvieron alejadas de lo que plantea el Plan Maestro de Manzanillo para el sector.
Para Valenzuela, la respuesta presidencial, reducida a la vaga promesa de que «pudiera ser cualquier entidad del Estado dominicano que brinda servicio de apoyo a las comunidades», revela una preocupante disociación entre el discurso y la cruda realidad de un plan que él mismo impulsa. Esta ambigüedad, en lugar de calmar, aviva la angustia de quienes han forjado su vida en esas tierras por más de siete décadas.
Un plan que habla de viviendas, pero olvida a las personas: análisis crítico del Plan Maestro
En un análisis realizado por el Centro CEBAMDER, se puntualiza que el Plan Maestro de Manzanillo establece en su “Análisis de Capacidad de Vivienda” que se necesitan 615 viviendas a corto plazo, de las cuales 100 se destinan a la “reubicación del sector Villa Raif”. Esta cifra aparece en la Tabla ES.4 y se repite en la Tabla 4.2, evidenciando que la expulsión de la comunidad no es una posibilidad, sino un componente esencial del proyecto. Resulta preocupante que esta reubicación se proponga como una medida neutral, sin abordar el trauma histórico, afectivo y económico que implica desplazar familias con décadas de arraigo territorial.
El plan determina que las viviendas nuevas tendrán 60 metros cuadrados netos. Esta estandarización, presentada como funcional, ignora la diversidad familiar y cultural de sectores como Villa Raif. El documento sugiere que en el futuro podría contemplarse una “variedad de tamaños”, pero, en el corto plazo, lo que se ofrece es homogeneidad. Esta propuesta reduce el derecho a la vivienda a una fórmula matemática, ignorando el tejido social que hace de Villa Raif una comunidad viva y compleja, no un bloque de concreto trasladable.

Además, se proyecta que las viviendas de reubicación se construirán fuera de la zona de amortiguamiento del SINAP, pero con necesidad de coordinación con el Ministerio de Medio Ambiente para habilitar 200 unidades adicionales. Es decir, la sostenibilidad ambiental queda supeditada a negociaciones burocráticas, y las comunidades desplazadas podrían terminar en áreas ambientalmente comprometidas. Así se dibuja un modelo de desarrollo donde ni lo social ni lo ecológico tienen prioridad real.
El presidente debe tener claro que este plan, tal como está formulado, no es una política inclusiva, sino una reingeniería del territorio orientada al al capital privado. Y si aún albergara dudas sobre la intencionalidad del documento, puede remitirse al acto de presentación realizado en octubre de 2022, donde el exministro Santos y el asesor Ramírez expusieron, junto a la firma Alliance WSP y el Cuerpo de Ingenieros de EE.UU., la hoja de ruta para una transformación territorial donde Villa Raif no cabe. Que no se diga mañana que no sabían. Lo sabían. Y lo firmaron.
¿Desalojar primero, cumplir después? El doble rasero del Plan Maestro en Manzanillo
Para CEBAMDER, lo más grave no es que el Plan Maestro contemple desalojos, sino que lo haga sin haber cumplido aún con sus promesas más básicas a la comunidad de Manzanillo. Desde el año pasado, los residentes siguen esperando la ejecución de proyectos ya consensuados: el politécnico prometido, la planta de tratamiento de aguas residuales, la readecuación de Playa Los Coquitos, el vertedero, la supervisora policial, la creación de un Parque Ambiental, un «Centro de Ecoturismo» y «Área de Pesca Artesanal», y el grave problema del agua potable, por mencionar solo algunos. Estos proyectos son esenciales para una vida digna y siguen en el limbo.
La paradoja es sangrante: se exige a Villa Raif un sacrificio inmediato, una “reubicación” forzosa para abrir paso a la industria, mientras las obras y proyectos que deberían traer prosperidad y mejorar la calidad de vida de todo Manzanillo, y que ya contaban con un «visto bueno» presidencial, languidecen en la inacción o en la opacidad. La comunidad de Manzanillo ha levantado su voz, no solo contra el desalojo, sino contra la “preocupación y rechazo ante esta medida”. La falta de un “organismo oficial que se convierta en centro de información y canalizador de inquietudes de las acciones de desarrollo” agrava la desconfianza, revelando que el Plan, en lugar de empoderar, busca mantener a la comunidad en la oscuridad sobre su propio futuro.
¿Cómo puede un gobierno priorizar la expulsión de una comunidad sin antes haber garantizado los mínimos sociales que permitirían hablar de desarrollo inclusivo? La lógica parece ser: “desalojar primero, cumplir después (si acaso)”. Pero el orden de los factores aquí sí altera el producto. Lo que se construye es un modelo excluyente, donde la inversión llega más rápido que la dignidad. La comunidad no es un obstáculo al desarrollo, es su base. Sacarla del mapa no genera progreso, sino fractura social.
No se puede hablar de sostenibilidad cuando se arranca de raíz a una comunidad para sembrar concreto. El gobierno debe comprender que lo que está en juego no es solo el suelo, sino la legitimidad del modelo que se pretende imponer. Si el Plan Maestro fracasa en Villa Raif, fracasará en todo Manzanillo. Y con ello, quedará herida de muerte la promesa de un desarrollo que sea para todos, no solo para los consorcios energéticos o los inversionistas de paso.
La Gallardía de Villa Raif: una lucha de siete décadas contra el intento de despojo recurrente
La comunidad de Villa Raif, Manzanillo, encarna una gallardía histórica, una resistencia forjada en décadas de lucha contra el desalojo. Desde el año 2023, sus residentes se han preparado con férrea determinación para defender el lugar que ha sido su hogar por más de 70 años. Esta no es la primera vez que la voracidad de los intereses económicos intenta despojarlos. Ya en las décadas de los años 80 y 90, sufrieron la embestida de intentos de desalojo, una memoria que se inscribe en el ADN de sus calles y en la piel de sus habitantes más veteranos, como Narciso Castro, quien afirma haber vivido en Villa Raif por más de 60 años y no se le ha ocurrido mudarse. La razón detrás de esta recurrente amenaza es siempre la misma: el alto valor estratégico de sus suelos, codiciados por empresarios que buscan lucrarse de los «mejores suelos de Manzanillo».
Villa Raif no es un asentamiento fortuito; es un «emblemático sector» con una profunda raíz histórica, construido en la década de 1950 por la Grenada Company, una subsidiaria de la multinacional United Fruit Company. Este barrio, cuyo nombre rinde homenaje al ingeniero Mister Raif que lo diseñó, nació como un complejo agroindustrial con viviendas para sus empleados, transformando una pequeña aldea de apenas cinco casas en un testimonio vivo de la evolución de Manzanillo. Preservar Villa Raif no es solo una cuestión de justicia social, sino de salvaguardar la memoria y la identidad de un pueblo que se niega a que su historia sea borrada en aras de un «progreso» deshumanizado.
La firme oposición de los residentes de Villa Raif es apolítica, trascendiendo cualquier bandería y centrándose en la «defensa de sus derechos como comunidad y en la preservación de su patrimonio histórico y cultural». Líderes como Narciso Castro y regidores como Roberto Espinal (El Chino), junto a la profesora Doña Tony, han resaltado la importancia de preservar la vida y la historia de las familias que han habitado el sector durante generaciones. La comunidad está organizada en una junta de vecinos unida y colaborativa, que lucha por «soluciones justas y equitativas». La unidad es su fuerza, y la convicción de que «Manzanillo es único» les impulsa a proponer alternativas sostenibles, como convertir el corredor Manzanillo-Copey en un espacio para la industria pesada y liviana, preservando así su espacio urbano y su calidad de vida.
La población de Manzanillo ha demostrado su apoyo incondicional a Villa Raif, uniendo fuerzas para defender los derechos de sus habitantes y preservar su historia y su legado. Es un llamado profundo a toda la comunidad de Manzanillo: si se permite el desalojo de Villa Raif, el precedente será devastador. Mañana, todos los sectores, incluso los más consolidados, estarán expuestos a ser despojados, materializando lo que desde el principio pareció ser el verdadero interés de grandes grupos empresariales del país: «reubicar a la mitad del pueblo de Manzanillo en suelos ubicados entre Copey y Gozuela», para liberar los codiciados terrenos de la Bahía. La lucha de Villa Raif es la lucha de todo Manzanillo por su derecho a existir y a prosperar en su propio suelo, rechazando la aterradora visión de convertirse en una «Haina Chiquita».